Blog ciencia-ficción

Nada de fantaciencia, ni de literatura especulativa, ni de ficción científica, ni tampoco de literatura futurista. Sólo ciencia ficción.

Universo de pocos

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viernes, 23 de marzo de 2018

"Parentesco" de Octavia E. Butler

"Parentesco" de Octavia E. Butler            “La última vez, al volver a casa perdí un brazo. El brazo izquierdo. Perdí también un año de mi vida, aproximadamente, y buena parte de la comodidad y la seguridad que había tenido – y no había valorado – hasta entonces. Kevin fue al hospital en cuanto le soltó la policía y se quedó conmigo para que supiera que a él no le había perdido.”
             Así comienza esta magnífica novela, con este sencillo párrafo, emotivo a la vez que repleto de misterio, ejemplo de pericia a la hora de atrapar a un lector con unas pocas palabras bien colocadas. Si ya resulta difícil resistirse a este comienzo aún más lo es hacerlo a su prólogo de tres páginas, que me parece fascinante.
 
            Parentesco es una novela intensa, a veces dura, emotiva, que no da tregua, contada con sencillez y convicción y que aún perteneciendo al género de ciencia-ficción no pretende ser un prodigio de imaginación. No es lo que busca la autora, si se vale del viaje en el tiempo es para enfrentar a una persona del presente con lo que es la esclavitud, y en ningún momento se aparta de su propósito. Los que esperen un relato lleno de inventiva y de complejas e ingeniosas paradojas temporales se llevaran una gran decepción, porque lo que se van a encontrar es una historia sobre todo humana. 
 
             Dana, la protagonista de la novela, mientras habla con su marido en su casa de 1976 es transportada de manera inexplicable al año 1815, en plena época de la esclavitud. Butler no se complica en ningún momento la vida buscando explicaciones científicas y se centra en los personajes y en mostrarnos con gran realismo la vida que llevaban los esclavos en esa terrible época. En ese sentido es interesante la relación contradictoria que mantenían los esclavos con sus amos, algo que Butler sabe plasmar muy bien en la novela y en el que el complejo vínculo que se establece entre Dana y Rufus, su antepasado, le sirve de espejo en el que poder reflejar magnificados esos sentimientos contrapuestos.
 
            Octavia E. Butler es una escritora que por desgracia no ha tenido mucha fortuna en el mercado español. El hecho de ser mujer y encima negra (¿o debería de decir afroamericana?) seguramente no la ha favorecido. Que yo sepa en España sólo se ha publicado su trilogía Xenogénesis, que fue publicada en los lejanos ochenta por “Ultramar”. Yo no la he leído, pero las opiniones que pueden leerse en la web Tercera Fundación son en su mayoría elogiosas. Su libro  más valorado Wild Seed (1980), que aparece incluso en Ciencia Ficción las 100 mejores novelas de David Pringle sigue sin traducirse al castellano. Después de leer Parentesco, pienso que es una lástima que no puedan encontrarse más libros de esta interesante autora de la que me han quedado ganas de leer más.
 
            Un clásico de 1979 hasta ahora olvidado, que no debe pasar desapercibido entre otras rutilantes, la mayoría de ellas fugaces, novedades.

lunes, 19 de marzo de 2018

"Zona Uno" de Colson Whitehead

Zona Uno de Colson Whitehead            Lo cierto es que tras leer el comentario que escribió Ignacio Illarregui en C (aunque su valoración final es positiva) se me quitaron bastante las ganas de leer este libro, lo malo es que ya me lo había comprado. Cuando decidí adquirirlo Whitehead acababa de recibir el Pulitzer por El ferrocarril subterráneo, una novela que trata de un tren secreto que permite escapar a los esclavos de las plantaciones del sur de EE.UU. en el siglo XIX, no obstante, aunque menos galardonada, me atrajo más Zona Uno. El “mainstream” ya no le hace ascos a nada, temas antes exclusivos de la ciencia-ficción como los viajes en el tiempo, viajes interplanetarios, la supervivencia en mundos apocalípticos o incluso la superación de la muerte mediante la tecnología se han convertido si no en habitual en algo que ha dejado de sorprender; véase La mujer del viajero en el tiempo de Audrey Niffenegger, El libro de las cosas nunca vistas de Michel Faber, La carretera de Cormac McCarthy y Zero K de Don de Lillo. Sin embargo, que un escritor de literatura general se atreva con una de Zombis además de un gran atrevimiento supone introducirse en lo más despreciable y denigrado del género fantástico. Y claro, no pude resistirme.
 
            La historia que se narra, si es que se llega a contar algo, (al terminar el libro uno tiene serias dudas de que así sea), no se aleja del patrón zombi: un virus convierte en zombis a los que enferman, muertos vivientes mordiendo a todo el que pillan y contagiando a su vez a más gente, supervivientes que intentan organizarse, pillaje, ciudades devastadas, sangre, violencia... El protagonista, conocido como Mark Spitz, es un limpiador, y junto a su grupo se dedica a “limpiar” de zombis zonas de Manhattan previamente aseguradas por los marines. Su día a día consiste en entrar en casas, garajes y comercios y comprobar si ha quedado algún zombi escondido. Mientras realiza su trabajo, en los tres días en los que transcurre la novela, el protagonista va recordando su historia pasada, los días previos al apocalipsis, la noche en que se produjo el desastre y diversos episodios cuando ya reina el caos en el mundo. Whitehead ilustra la escasa acción con algún intento de ironía y una pretendida crítica social sobre los excesos de la sociedad de consumo, sin embargo, sus reflexiones pierden su eficacia entre aburridas evocaciones de la infancia y del pasado del protagonista que tienen nulo interés.
 
            El autor además pone muy poco de su parte para atraer o cautivar al lector. Y es que todo parece hecho a propósito para aburrir. Su gusto por la enumeración resulta la mayoría de las veces fatigosa, y en raras ocasiones aporta algo:
            “En aquellos primeros tiempos, todos ellos esperaban el momento de escapar. Todos ellos y los solitarios; los alternativos, los jóvenes que estudiaban en otra ciudad y tenían morriña, y los profesores jubilados confinados en casa, los ancianos que creían que los injustos esquemas del mundo ya no podían sorprenderlos, los recién llegados en un momento inoportuno, sin amigos...”
            Ejemplos como éste los hay por docenas. Hay reconocerle a Whitehead la habilidad especial que tiene para la elaboración de frases aburridas.
 
            El continuo ir y venir del pasado al presente y su interés por detalles muchas veces superfluos no ayuda al lector a conectar con una historia que tiene muy pocos pasajes que logren seducir. A mí lo único que logró sacarme del bostezo fueron los “scraggs”. En la novela existen dos tipos de zombis: los “skels”, el zombi habitual conocido por todos que se dedica a comerse a los demás, y los “scraggs” que permanecen en una especie de estado catatónico, paralizados repitiendo hasta el infinito una acción intrascendente con la que se sienten a gusto, como hacer fotocopias o mirar un retrato. Parecen atrapados en un pasado que nunca volverá pero muchos supervivientes, en medio del caos, parecen mirarlos con envidia.
 
            El protagonista, Mark Spitz, no sólo es un hombre mediocre, es el más mediocre de todos los hombres, un verdadero experto en mediocridad, algo que le ha permitido en el pasado salir siempre adelante. Nunca ha destacado por nada, pero el mundo tras la epidemia se ha convertido en el paradigma de la mediocridad y nadie está mejor adaptado que Mark Spitz  para sobrevivir en él. El futuro es de los mediocres, parece querer decirnos el autor y para confirmarlo se empeña (y consigue) en hacer su novela lo más aburrida posible.