Blog ciencia-ficción

Nada de fantaciencia, ni de literatura especulativa, ni de ficción científica, ni tampoco de literatura futurista. Sólo ciencia ficción.

Universo de pocos

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miércoles, 20 de diciembre de 2017

"Detrás de sus ojos" de Sarah Pinborough

Detrás de sus ojos de Sarah Pinborough            Comentar este tipo de libros que dependen tanto de la intriga, de la sugerencia sutil y de un goteo preciso de la información es una tarea delicada si no se quiere arruinar el disfrute a los potenciales lectores. Espero que perdonen la ambigüedad e imprecisión con la que resumo la historia, en cualquier caso y salvo honrosas excepciones siempre me han aburrido las reseñas que se extienden en la sinopsis.

            Louise, joven divorciada y madre de un niño, acomplejada después de que su ex la dejara  por otra, no vive precisamente sus mejores momentos. Se desvela por su hijo pequeño, no obstante eso no colma su vida por lo que en ocasiones bebe alguna copa de vino de más y ha ganado unos kilos. Deseosa de establecer nuevas relaciones, una noche en un bar conoce al hombre de sus sueños pero la suerte no la acompaña y el hombre resulta ser su nuevo jefe.  Para colmo de males está casado con una mujer que encarna el ideal de perfección a ojos de todos los que la conocen. Louise queda impresionada por la belleza y magnetismo de ambos, sin embargo hay algo que no acaba de entender. ¿Si David y Adele forman la pareja perfecta, qué hacía David tonteando con ella aquella noche? La atracción que siente Louise hacia la pareja acaba siendo  más fuerte que su sentido de la responsabilidad. Me doy cuenta de que reducida la trama a este burdo esqueleto parece más una novela de Danielle Steel que el relato de misterio y suspense que cabría esperar de la autora de La casa de la muerte. No hay que dejarse engañar, Pinborough sabe muy bien lo que se hace y lentamente, como una droga de la que es imposible desengancharse, va inoculando la duda en el lector y consigue que nos resulte imposible soltar el libro. Llega un momento en que descubrir la verdad se convierte en lo primordial y vamos relegando nuestros quehaceres diarios para devorar página tras página.

            Como suele ser habitual en los relatos de misterio, nada es lo que parece y la trama se complica a medida que vamos averiguando detalles del pasado de la pareja. Si la primera parte  del libro no destaca precisamente por su originalidad, transita por lugares comunes del género y se vale de instrumentos habituales cuya eficacia está demostrada como psiquiatras, tragedias  sin esclarecer del pasado, sanatorios psiquiátricos, sueños recurrentes y cuantiosas herencias, la última parte sorprende por su impecable evolución hacia el terreno de lo fantástico. Aún y todo hay que reconocer también el mérito de Pinborough en la primera mitad del libro al saber utilizar con eficacia estos archiconocidos componentes. Aunque la narración comienza siendo de corte realista, la autora va deslizando los elementos fantásticos de una manera muy natural, casi sin que nos demos cuenta y sin que chirríen en nuestra mente.

            Como decía, Detrás de sus ojos es uno de esos libros que una vez empezados cuesta dejar, ideal para leer en vacaciones y que no tiene más pretensión que la de entretener y de paso inquietarnos con un gran final. Se trata de un final que puede que no guste a todos y que en estos días de “lo políticamente correcto” me ha sorprendido gratamente. Escribe Pinborough sin largas descripciones y apoyándose principalmente en los diálogos, lo que facilita aún más su lectura. Una novela que seguramente a Hitchcock le hubiera encantado trasladar a la gran pantalla.

miércoles, 13 de diciembre de 2017

"El alfabeto de fuego" de Ben Marcus

El alfabeto de fuego de Ben Marcus            Lo que en primera instancia me atrajo de El alfabeto de fuego (2012) fue su premisa inicial, la de que el lenguaje pudiera convertirse en una enfermedad mortal. Una idea que puede parecernos contradictoria viniendo de alguien que se gana el jornal mediante la palabra, pero quién mejor que un escritor para entender lo nocivas que pueden llegar a ser las palabras. Ya en su primera novela Notable American Women, que por cierto no ha sido traducida al castellano, Ben Marcus especulaba sobre el lenguaje.

            La novela arranca cuando el mal ya se ha extendido por Norteamérica, y Sam junto a su mujer, Claire, es obligado a abandonar su hogar. En un principio se desconoce el origen de la enfermedad y los desconcertados médicos renuncian a investigar algo que no logran comprender. El mal ataca sólo a los adultos y se manifiesta con unos síntomas muy variados y chocantes: vómitos, erupciones en la piel, entumecimiento de la boca, reducción facial y muerte. Marcus esboza al comienzo un escenario muy confuso: aunque los primeros casos se produjeron entre los judíos, finalmente la enfermedad acaba por afectar a todo el mundo. Lebov, un científico al que nadie da crédito, lleva alertando desde hace tiempo de que la causa del mal reside en el habla de los niños. Los hechos acaban por darle la razón y el malestar de los padres afectados queda agravado por la tortura que supone no poder acercarse a sus hijos. Así, en su huida, Sam y Claire deben abandonar a Esther, su hija adolescente y origen de sus males. Esther no es una hija complaciente y en lugar de compadecerse de sus padres y de callar para no empeorar su estado les hiere sin piedad alguna con su lengua punzante. Los mejores momentos de la novela se producen en estas disputas llenas de ironía y malaleche entre padre e hija.

            Un relato así carece de sentido si no tiene una intención metafórica, algo que la hermética prosa de Marcus parece confirmar  (uno tiene la sensación de que cada una de sus frases tiene un sentido oculto). El origen de la enfermedad y sobre todo los exabruptos de Esther, con los que literalmente lacera a sus padres, nos podrían hacer pensar que la novela es una reflexión sobre la dificultad para comunicarse con los hijos adolescentes, o una metáfora sobre la tiranía que estos ejercen sobre unos padres que buscan ante todo complacer a sus hijos. Sin embargo, la historia acaba complicándose con oscuros preceptos hebreos enviados por improbables cables subterráneos. Estos cables suponen uno de los elementos más controvertidos y decepcionantes de la novela. Sam y Claire disponen de una rudimentaria cabaña en el bosque que les fue adjudicada en el momento de casarse y a la que llega uno de estos cables. Para poder escuchar los sermones que transmiten los cables es necesario un perturbador dispositivo orgánico (todo en la novela resulta desagradable) que deben esconder cada vez que abandonan la cabaña. Este protagonismo de la religión judía además de inesperado me resulta decepcionante. No me interpreten mal, no tengo nada contra los judíos ni tampoco contra su religión en particular (un ateo como yo reparte su antipatía a todas las religiones por igual), pero se trata de un factor que no hace otra cosa que reducir el alcance del mensaje, que pasa de universal a estar dirigido exclusivamente a los que profesan esta religión, entre los que yo no me encuentro.

            Apenas se nos dice nada de los protagonistas en El alfabeto de fuego; por no saber, no sabemos ni cómo se ganaban la vida antes de la epidemia. Cuando la enfermedad es un hecho incuestionable Sam se dedica de una manera compulsiva y sin ningún criterio a buscar antídotos o remedios que luego ensaya con su mujer. Pero a pesar de sus intentos por encontrar una cura nada nos hace pensar que en su vida anterior haya sido médico o científico. Su método es el ensayo y error. Más adelante cuando busca un lenguaje que no resulte tóxico vuelve a utilizar el mismo sistema. Quizás se trate de una metáfora más, quién sabe, puede que de la misma vida. Por cierto, Marcus dedica demasiadas páginas a pormenorizar estas aburridas y arbitrarias tentativas.
 
            Hay algo en esta novela que me recuerda a Chronic City de Jonathan Lethem. La temática es muy diferente, pero en ambas tuve la misma sensación de estupor, de no saber por dónde agarrarla. En ambas se fuerza la credulidad del lector hasta cotas extremas y en ambas se producen momentos literarios brillantes que muy pocos autores logran suscitar. Puede que el problema de ambas estribe en forzar una metáfora precisa, de exprimirla en exceso queriendo sacar más oro del razonable.
 
            El alfabeto de fuego es una novela apocalíptica completamente atípica. Al contrario de lo que suele suceder en este tipo de relatos, la supervivencia pasa a un segundo lugar; lo que se evidencia desde el comienzo es la dificultad de sus protagonistas para comunicarse entre sí. Un libro que te hace sentir incómodo cuando lo lees, cuyas propuestas desconciertan la mayoría de las veces, con una idea central fascinante pero que no acaba de cuajar. Quiere abarcar demasiados temas (religión, lenguaje, relaciones familiares, culpa, etc..) y se queda tan sólo en un original experimento. 
            Con todos sus fallos, ojalá se escribieran más libros que demostraran el mismo atrevimiento que éste.