Blog ciencia-ficción

Nada de fantaciencia, ni de literatura especulativa, ni de ficción científica, ni tampoco de literatura futurista. Sólo ciencia ficción.

Universo de pocos

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lunes, 27 de noviembre de 2017

"El bosque oscuro" de Cixin Liu

El bosque oscuro de Cixin Liu            A decir verdad la primera parte de El Bosque oscuro de Cixin Liu no ha podido ser más decepcionante, aunque el último tercio del libro que inicia la trilogía, El problema de los tres cuerpos, ya parecía augurar este declive. Leí esta novela hace un año y hubo dos elementos que me atrajeron y sorprendieron. Me refiero por un lado al momento histórico tan crucial en el que se desarrolla gran parte del libro (La revolución cultural china), de la que el autor habla sin omitir ninguno de los horrores que sucedieron entonces (sorprende que pudiera ser publicada en su integridad en China), y por otro lado el imaginativo mundo de los tres soles que en ella se describe, un mundo que por sí sólo hace que el libro merezca la pena ser leído. Sin estos dos elementos de la trama, que quedan relegados al final de la novela, El problema de los tres cuerpos pierde toda su fascinación. El bosque oscuro es continuación directa de esta última parte de la novela, con lo que arrastra consigo todos sus defectos y muy pocos de sus atractivos.

            Desde el inicio del libro cuesta concentrarse en los numerosos personajes que Cixin Liu nos presenta sin que sepamos muy bien a dónde quiere llevarnos. Carecen de interés y cuesta recordar quién es quién, sobre todo para un occidental como yo al que todos los nombres le suenan igual. Se nos cuenta sobre un plan para combatir a los Trisolarianos. Como recordarán los que leyeron El problema de los tres cuerpos, a consecuencia de los “sofones” enviados por los Trisolarianos, nada de lo que ocurre en la Tierra a excepción de los pensamientos humanos escapa a su observación. Para empeorar aún más las cosas, estas escurridizas partículas impiden que la ciencia humana pueda avanzar. No me pidan que explique lo que son los “sofones”, porque no hay nadie que lo entienda. Piensen en protones desestructurados como las tortillas de patatas de la cocina de autor, yo así me los imagino aunque de poco me sirve. Bueno, el caso es que para combatir a los Trisolarianos, a Naciones Unidas no se le ocurre nada mejor para evitar que los“sofones” intercepten sus planes que elegir a una serie de personas con el fin de que cada una de ellas idee una estrategia de defensa, la guarde en su mente y no la comparta con nadie. A estos elegidos se les denomina “vallados” y la responsabilidad de salvar la Tierra queda por completo en sus manos. La historia avanza dando bandazos y demorándose en exceso. Tras varios hermosísimos amaneceres y atardeceres y algún que otro cielo azul pero que muy azul, la cosa por fin se pone interesante. Han hecho falta doscientas páginas.

            La novela es muy irregular y hay momentos fantásticos en los que comprendes por qué sigues leyendo ciencia-ficción que se alternan con otros realmente fastidiosos y aburridos. También es cierto que para poder disfrutar de estos momentos cumbre hay que hacer bastantes concesiones a la credulidad, porque en el fondo todo esto de los “vallados” y lo de los “sofones” es de lo más descabellado. En El Bosque oscuro se hacen más acusados los defectos de Cixin Liu a la hora de narrar. Las explicaciones que pone en boca de sus personajes se hacen más prolijas y la trama se vuelve más dispersa hasta el punto de que existen partes y personajes que podrían eliminarse fácilmente sin que el relato se resintiera. Los giros narrativos se multiplican y repiten hasta el punto de que uno acaba sospechando que el plan de tal personaje y de aquel otro no es lo que parece. Aún y todo, gracias a esas perlas que se guarda el bueno de Liu, uno acaba enganchándose a la lectura.

            La novela está escrita de una manera clásica, apoyándose mucho en los diálogos y en la lógica, lo que recuerda mucho a Asimov. Puede que su forma de abordar la literatura resulte hoy en día algo anticuada, pero lo bueno de que no se embarque en experimentos literarios es que se entiende lo que dice. Liu es un escritor que rebosa ideas, así en El Bosque oscuro llega incluso a concebir una explicación muy peculiar a la famosa paradoja de Fermi. En definitiva un libro que sólo recomendaría a los lectores muy asiduos de Ciencia-ficción.

lunes, 13 de noviembre de 2017

"La casa del callejón" de David Mitchell

La casa del callejón de David Mitchell            Siempre es un placer encontrarse con un nuevo libro de David Mitchell y más aún cuando apenas sobrepasa las 200 páginas. Acostumbrados como estamos a leer tochos suyos de 600 ó incluso de 700 páginas, como tenía su último libro, Relojes de hueso, esta disminución de tamaño supone una grata sorpresa. Llama también la atención que Mitchell haya optado por el  terror de corte fantástico y aún más que se haya ceñido al subgénero de casas encantadas. La literatura está llena de valiosos ejemplos de relatos de este tipo, clásicos como La caída de la casa Usher de Allan Poe, Otra vuelta de tuerca de Henry James o La casa en el confín del mundo de William Hope Hodgson y los que más repercusión han tenido en la literatura más reciente de casas encantadas: La maldición de Hill House de Shirley Jackson, La casa infernal de Richard Matheson y El resplandor de Stephen King. Con todos estos títulos (estos son sólo unos pocos), cabría pensar que queda muy poco margen para innovar en el género. A mí, que siempre me ha gustado la literatura de terror, he de confesar que las historias sobre casas encantadas nunca me han atraído en exceso. Mi impresión personal es que se trata de un subgénero muy gastado en el que queda poco o nada por inventar.

            Lo que sucede es que hablamos de un autor como David Mitchell cuya versatilidad ya quedó suficientemente acreditada en sus libros de historias conectadas (Escritos fantasma o El atlas de la nubes). Nos encontramos ante un escritor que destaca por su facilidad para crear personajes, no hablo sólo de los principales, hasta la figura más secundaria de sus libros suele mostrar una personalidad diferenciada. Sus tramas polifacéticas, engarzadas entre sí para componer una historia más compleja han acabado por constituir el distintivo de su obra. En este caso, sin embargo, Mitchell ha optado por escribir una historia mucho más sencilla, con menos personajes y más fácil de seguir. Podría decirse que en La casa del callejón se ha esmerado especialmente en que todo encaje a la perfección, como si quisiera dejar bien claro que aunque los sucesos que se relatan se desarrollan en el terreno de lo fantástico se rigen por una lógica inexorable. Al final del libro, como en las novelas de Agatha Christie, todo es perfectamente explicado de manera que no queda ningún misterio sin esclarecer, algo que puede sorprender en un relato de terror. El género de terror suele aprovecharse del miedo que todos tenemos a  lo desconocido, a lo imprevisible, a lo que no podemos controlar. Mitchell, sin embargo, en su penúltimo capítulo descubre sus cartas y apenas deja nada a nuestra imaginación. Todos los capítulos previos hasta ahora habían comenzado con alguien adentrándose en la misteriosa casa llamada “Slade House” y ocasionando que toda la parafernalia de apariciones y de sucesos extraños  habitual en este tipo de relatos se ponga  en marcha, pero en el penúltimo capítulo Mitchell rompe parcialmente con esta estructura, al tiempo que pone al descubierto la trama. Como consecuencia de ello el capítulo final pierde gran parte de su capacidad para sorprendernos.

            En La casa del callejón, como que suele ser habitual en los libros de Mitchell, nos  reencontramos con algunos de los personajes de sus libros anteriores. Concretamente en éste volvemos a toparnos con los enigmáticos Uróforos y Anacoretas que hicieron su presentación en Relojes de hueso. No desvelaré quienes son y pienso que cuanto menos se sepa de ellos mayor será el disfrute del libro, por lo que quizás sea mejor no haber leído su anterior novela.

            La casa en el callejón es una obra de una sencillez sorprendente, ingeniosa y amena en la que Mitchell vuelve a demostrarnos su gran talento. Se trata de una novela menos ambiciosa que las anteriores, pero impecable en su ejecución y con un final digno. Sin embargo para tratarse de una novela de terror echo en falta ese misterio del que hablaba antes. Además el autor ha prescindido casi por completo del enorme poder de la sugerencia a la hora de atemorizarnos, puede que en aras de una mayor verosimilitud. En cualquier caso una buena manera de introducirse en la obra de este autor inglés.