Blog ciencia-ficción

Nada de fantaciencia, ni de literatura especulativa, ni de ficción científica, ni tampoco de literatura futurista. Sólo ciencia ficción.

Universo de pocos

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jueves, 27 de octubre de 2016

"Los muertos" de Jorge Carrión

Los muertos de Jorge Carrión            Cualquier experimento ya sea literario, meta-literario, meta-televisivo o de química inorgánica entraña un riesgo. Recuerdo mis primeras mezcolanzas realizadas con los compuestos del quimicefa que me regalaron unas navidades. A mis doce años lo que perseguía con insensata pasión eran violentas explosiones o espectaculares llamaradas. Antes de abrir el cuaderno de  prácticas que incluía la caja ya me había puesto manos a la obra y vertido en un tubo de ensayo varias sustancias que me habían llamado la atención: unos cristales de sulfato de cobre, de un azul intenso que desde el principio me habían fascinado, y azufre de un amarillo tóxico que prometía grandes peligros. Algo similar ha querido hacer Jorge Carrión con su novela Los muertos. Los reactivos en este caso son los personajes, extraídos tanto de sus series de televisión favoritas como de algunas películas que le han complacido especialmente. El autor se ha dado el gustazo enorme de reunirlos a todos en esta novela. Sin embargo, ni Tony Soprano, ni los personajes de Perdidos ni los de Blade Runner han logrado que al final del experimento mis pupilas se iluminen gracias a llamaradas espectaculares ni que tenga que temer por mis oídos debido a explosiones atronadoras. Si a los doce años yo hubiera dominado mi impaciencia y me hubiera leído el cuaderno de prácticas de quimicefa seguramente tampoco habría visto esas maravillas, pero al menos habría aprendido alguna lección de química. Tras la lectura de Los muertos no me queda ni ese consuelo. La realidad es que no he logrado sacar nada en claro.
 
            He de reconocer que el experimento, novela, teleserie, o lo que sea esto tiene un comienzo fulgurante e irresistible que engancha. Alguien de repente se materializa en medio de la calle, desnudo, sin memoria, sin saber quién es, luego lo golpean violentamente hasta que es rescatado por otro desconocido. Más adelante descubrimos que estas apariciones espontaneas de personas se repiten en diferentes lugares de la ciudad. La trama se va complicando y poco a poco relacionamos a estos aparecidos con personajes de series de tv fallecidos. Sólo unos individuos a los que se llama adivinos son capaces de identificar a estos aparecidos a cambio de dinero.  Todo esto se narra con frases muy cortas en las que predomina la acción. Carrión además juega al desconcierto dejando que muchas escenas queden indefinidas. Tanto es así, que a veces tengo la impresión de estar leyendo un borrador, o un esbozo en lugar de una obra acabada. Para crear aún más confusión el autor nos traslada de una acción a otra sin apenas transición, con un simple punto y aparte. No debemos olvidarnos que estamos ante un experimento literario, así que no hay motivo para sorprenderse, lo extraño sería que estuviera narrado de una manera convencional. No obstante, la primera parte del libro se lee con cierto interés. Eso sí, según avanzamos en el libro la sospecha de que no va a haber nada más, de que todo va a ser un “bluff” va creciendo al mismo ritmo que nuestro desinterés.
 
            El mismo Carrión parece darse cuenta de que el relato es poca cosa, de que necesita añadir algo más para que no sea un simple divertimiento con sus personajes favoritos y decide incluir un ensayo ficticio al término de la primera parte. El problema es que el auto-estudio sobre los personajes de ficción me resulta tan interesante como las disquisiciones sobre el sexo de los ángeles. A continuación ocho episodios más en ese mundo de personajes ficticios resucitados. La confusión aumenta todavía más en esta segunda parte, porque descubrimos que existe más de una versión de cada personaje. Finalmente el libro termina con un nuevo ensayo que le permite al autor explayarse una vez más sobre las series de tv (Carrión es una eminencia en el tema).
 
            En cualquier caso, si eres una de esas personas a las que por encima de todo les gusta experimentar y descubrir cosas nuevas, mi consejo es que en lugar de devanarte los sesos con Los muertos desempolves tu vieja caja de quimicefa y te arriesgues a atufar toda la casa con horrendos efluvios. ¿Que nunca has tenido una quimicefa? Pues entonces, puestos a experimentar, hazte con un ejemplar de Si una noche de invierno un viajero de Italo Calvino y disfruta.

domingo, 16 de octubre de 2016

"Luna. Luna nueva" de Ian McDonald

Luna nueva de Ian McDonald            Resulta que me compré este libro cuando tenía todas las papeletas para tirarlo por la ventana. Es el primero de una trilogía, serie o lo que vaya a convertirse, porque estas cosas nunca se sabe en qué derivan. Las primeras páginas consisten en un mapa de la cara visible de la luna y en el dramatis personae, una clara advertencia de la ardua tarea que nos espera. Como remate final, y como no podía ser de otra manera, nos obsequian con un glosario. No hay mayor placer que saltar página atrás y página adelante para buscar palabras desconocidas. Se trata de un glosario como en las novelas tipo Dune, o cualquier serie de fantasía de esas que llenan las librerías. Por si esto no fuera suficiente para defenestrar el libro, en muchas reseñas lo comparan (juro que lo indican como algo positivo) con viejas series de tv tipo Dallas o Falcon Crest.
 
            Buena manera de comenzar una novela con todos estos prejuicios. Y con razón me diréis, ¿por qué narices lo compraste entonces? Buena pregunta. A la que intentaré responder sin enrollarme demasiado. Desde hace algún tiempo tenía interés por leer algo del autor de El río de dioses (libro descatalogado desde hace tiempo), además Luna nueva se ha convertido en uno de los libros más importantes del año: ha optado al British Science Fiction Awards y al John W. Campbell Memorial Award (aunque finalmente no ha ganado ninguno), y yo me debo a mi blog por reducido que sea. Así que, básicamente lo he hecho por vosotros, mis queridos lectores.
 
            Dicho esto he de admitir que me lo he pasado moderadamente bien leyendo esta historia, que me ha recordado a algunas viejas películas del oeste; esas con rancias familias muy numerosas enfrentadas entre sí, encabezadas por tercos patriarcas o tenaces matriarcas rivales que se odian a muerte. Líderes que en el ocaso de sus vidas quieren legar toda su fortuna y su poder a sus hijos de la manera más justa, pero sin que su emporio se resienta. Supongo que de ahí vienen las comparaciones con series como Dinastía. Luna nueva lo tiene todo. Sospecho que McDonald lo ha hecho con toda intención escogiendo los ingredientes más efectistas para crear un Best-Seller: hermanos enfrentados por el poder, hijos malcriados, personajes heroicos, juicios por combates, matrimonios fracasados, malos malísimos, traiciones, bodas concertadas, un entorno inhóspito y mucho sexo además de variado. Y le ha salido bien (tan bien que lo van a convertir en serie de tv).  Contada con muy buen ritmo sobre todo en su último tercio, cuando los personajes resultan reconocibles y cercanos y ya no es necesario consultar el listado del principio, McDonald nos empuja hacía un vibrante final lleno de tensión que nos deja con ganas de más.
 
            Desde luego, no es el tipo de novela que yo suela leer. En general, las intrigas familiares y de poder me aburren bastante, sin embargo reconozco el mérito del autor al lograr atrapar a un lector receloso y escéptico como yo con su escritura. Aún así, desde mi punto de vista, la novela tiene varios defectos. McDonald sacrifica en aras de un mayor dinamismo una descripción más diáfana y menos impresionista del escenario, con la importancia que tiene en una novela como ésta. Las ciudades de la luna con sus “prospekt” y sus “quadra” quedan bastante desdibujadas y en más de una ocasión me ha sido imposible visualizar los hechos que se me contaban. Tampoco resulta de mi agrado el folclorismo (he tachado de pacotilla), en este caso brasileño, con el que el autor nos atosiga durante todo el libro con la pretensión de enriquecer su relato. Al parecer McDonald tiene cierta querencia por las culturas exóticas, su libro El río de los dioses se sitúa en la india y ya os podéis imaginar dónde se desarrolla Brasyl. No le encuentro mucho sentido a colocar un “paizinho”, una “madrinha”, una “senhora” o un “mamae” de vez en cuando en medio del texto sobre todo si están hablando entre ellos en portugués. Una corporación, la LDC,  cobra a todos los habitantes de la luna por el aire que respiran, y todos los residentes permanentes llevan un implante (el resto lleva unas lentillas) que les permite saber lo que han consumido, pero en ningún momento del libro se explica cómo impiden que la gente continúe inhalando oxígeno en caso de no poder pagarlo.
 
            En resumen, un libro un poco lioso por la gran cantidad de personajes que lo integran, pero que una vez superados los dos primeros capítulos (por cierto bastante extensos) resulta entretenido y en alguna ocasión hasta consigue deslumbrarnos. El hecho de que en la luna en lugar de derecho penal exista un derecho contractual da mucho juego para una trama de este tipo. La labor de los jueces consiste en establecer si los demandados han cumplido el contrato firmado previamente por ambas partes. De modo que en este mundo creado por McDonald lo que impera es el negocio y no la justicia. No me gustaría vivir en un mundo así, aunque imaginarlo resulte enormemente atractivo.