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Universo de pocos

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miércoles, 13 de julio de 2016

"La polilla en la casa del humo" de Guillem López

La polilla en la casa del humo de Guillem López            Challenger, la novela anterior de Guillem López, fue alabada por todos los blogs y ensalzada hasta el punto de llamar la atención de muchos lectores y la mía en particular. He de decir que no la he leído, de manera que La polilla... ha constituido mi primer acercamiento a la obra de este escritor. El libro que nos ocupa está obteniendo también muy buenas críticas a lo largo y ancho de la red, y si no miren en “goodreads”. Una vez más, y muy a mi pesar, voy a discrepar con el resto de la humanidad y seguramente que también con el resto de razas alienígenas que pueblan el universo. Y no crean que no lo siento, me hubiera encantado poner por las nubes esta novela, y me hubiera gustado sobre todo porque apoyaría la idea de que los autores españoles de género fantástico pudieran estar al mismo nivel que los norteamericanos o británicos. En Universo de pocos medimos a todos los autores con la misma vara, independientemente de su nacionalidad o género. Y en nuestro afán de ser cada vez menos y reducirnos hasta la nada más absoluta no nos importa llevar la contraria a todos. Llegados a este punto la mitad de los lectores habrán dejado de leer la reseña. Soy consciente de ello, no obstante debo justificar mi disconformidad.

            El mundo subterráneo en el que tiene lugar La polilla en la casa del humo es lo mejor de la novela. La imagen de sus habitantes, obligados a cavar túneles y más túneles sin saberse muy bien con qué objetivo y a renunciar a partes de su cuerpo en pos del dios de la mecánica, tiene una gran fuerza simbólica y augura una trama enormemente atractiva, sin embargo el autor opta por contarnos la historia de un personaje marginal que no cumple con mis expectativas y se olvida de todo lo demás. La novela se podría haber titulado perfectamente “Auge y caída de un pringao”. La historia de Veintiuno, protagonista absoluto de la novela, se ha contado en muchas ocasiones en películas y novelas de género policiaco sin la necesidad de crear todo un mundo subterráneo para ello y además, siento decirlo, se ha hecho mejor. Personajes como éste y más complejos llenan los libros de Jim Thompson o las películas de Martin Scorsese por poner algunos ejemplos. Uno de los problemas que para mí tiene la novela es que los tejemanejes que Veintiuno se trae entre manos no me resultan convincentes. Los rumores que lanza desde un lugar tan poco respetable como la casa del humo (un tugurio donde se reúnen los drogatas), son aceptados por todos sin la sombra de una duda. La débil trama se sustenta únicamente en ese pulular de aquí para allá de Veintiuno y en las mentiras que logra deslizar en las breves conversaciones que mantiene con otros marginales: Ñam, Lazo, o su hermana Ancas. A la novela además le falta acción, una vez conocido el escenario pierde gran parte del interés.

            El gusto de Guillem López, cuyo aspecto físico recuerda mucho a China Miéville, escritor al que admira, por regodearse en la náusea y en el vómito me recuerda más a Chuck Palahniuk que al escritor británico. Desde luego no puede decirse que La polilla... sea un libro para paladares delicados. Comprendo que el autor quisiera darle un tono iracundo al libro, pero con tanta mierda, orina, mocos y felaciones, tenía que cerrar el libro de vez en cuando para darme una buena ducha. Esto, sin embargo, no parece haber importado a muchos lectores a la vista de los comentarios positivos en “goodreads”. Encuentro muchas similitudes entre esta novela con Plop de Rafael Pinedo: los nombres breves y expresivos de los personajes, la historia violenta contada sin ahorrar los detalles más escabrosos, un personaje principal igual de repulsivo, incluso cuenta  prácticamente lo mismo, el auge y la caída del protagonista. La prosa de Guillem López es menos telegráfica que la de Pinedo, aunque comparten ese tono oscuro y malsano.

            Si no te importa que cada palabra estalle en tu cara como un grano de pus, si además posees un traje de neopreno, si los concursos de televisión en los que a los participantes los entierran entre montañas de gusanos no te provocan la más mínima mueca de asco, éste es tu libro.

            Yo por mi parte, como carezco de traje de neopreno, creo que voy a darme una ducha ahora mismo.

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