Blog ciencia-ficción

Nada de fantaciencia, ni de literatura especulativa, ni de ficción científica, ni tampoco de literatura futurista. Sólo ciencia ficción.

Universo de pocos

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domingo, 26 de junio de 2016

"Relojes de hueso" de David Mitchell

Relojes de Hueso de David Mitchell
            Crispin Hershey, protagonista de uno de los capítulos de Relojes de hueso, recibe por su último libro una crítica demoledora: ¿Qué por qué «Eco debe morir» es una porquería tan desagradable? Primero, porque Hershey está tan preocupado por evitar los clichés que tortura todas y cada una de sus frases como si fuesen yanquis soplones. Segundo, porque la subtrama fantástica choca de forma tan violenta con las pretensiones de ser un “Informe sobre el estado del planeta” que da miedo verlo. Tercero, porque ¿qué mayor muestra de que un acuífero creativo se ha secado que el hecho de que el escritor cree un personaje que sea escritor?” ¿Juego de espejos? ¿Una muestra más del sentido del humor de David Mitchell? Porque de alguna manera, aunque parcialmente, las razones que argumenta el crítico podrían atribuirse a Relojes de Hueso. Puede que Mitchell se esfuerce más que en otras ocasiones en encontrar la metáfora justa. Es verdad que el libro contiene una arriesgada trama fantástica y también es cierto que uno de sus protagonistas es escritor, sin embargo la novela está muy lejos de ser una porquería. Al parecer, y aunque Mitchell dice que se ha mirado a sí mismo y exagerado sus peores defectos para crear a Crispin Hershey, muchos han creído ver en el personaje creado por el autor un trasunto de Martin Amis. El libro está lleno de referencias a personajes reales y  también a viejos conocidos de sus libros anteriores, yo he identificado solo a unos pocos, pero forma parte del atractivo del libro descubrirlos por uno mismo.

            Crispin Hershey es sólo uno más de los personajes que desfilan por la voluminosa novela. En el primer capítulo conoceremos a Holly Sykes siendo todavía una adolescente que se cree, como la mayoría de los chicos a esa edad, más madura de lo que realmente es. El segundo capítulo está dedicado a Hugo Lamb, un joven universitario sin demasiados escrúpulos y a sus trapicheos por ascender en la escala social. En la tercera parte Ed Brubeck, reportero enviado a Iraq, se ve obligado a escoger entre su familia y su labor como periodista. El siguiente capítulo está dedicado Crispin Hershey al que la feroz crítica con la que he comenzado la reseña le cambia la vida. Además, en todos estos capítulos aparecen unos misteriosos personajes que se hacen llamar anacoretas y horologistas que dotan a la novela de contenido fantástico. En el quinto capítulo Mitchell se desmelena y la trama fantástica explota con una intensidad sorprendente en una novela publicada fuera de una colección de género. En un equilibrio circense el autor, gracias a su humor y a su habilidad narrativa, logra superar la prueba, aunque a veces esté a punto de precipitarse y caer en el ridículo. Y es que la batalla final entre el bien y el mal tiene un aire a película retro o a Harry Potter que a muchos puede pillar por sorpresa. Sin embargo, David Mitchell consigue integrar todos estos componentes dentro de la narración sin que la maquinaria chirríe y además se permite inventar una serie de simpáticas palabras como psicoduelo, suasinar, acto de hiato o cineticar para describir algunas de estas acciones fantásticas que practican los anacoretas y los horologistas.

            David Mitchell ha querido confeccionar una obra similar a El atlas de las nubes y a la vez no repetirse, sin embargo Relojes de hueso pierde en las comparaciones. Lo que en El atlas de las nubes eran relatos que podían leerse por separado en Relojes de hueso son crónicas de determinados momentos de la vida de unos personajes que no funcionan por completo independientemente; en este sentido Relojes de hueso puede considerarse más novela que El Atlas de las nubes. Esto no tendría que ser algo malo, lo que ocurre es que al relatar la historia a través de tantos personajes la trama principal queda un tanto deslavazada, algo que en El atlas de las nubes o Escritos fantasma carecía de importancia ya que cada parte tenía suficiente entidad propia. La exhibición de virtuosismo de la que hacía gala con cada relato no se repite en Relojes de hueso. En El atlas de la nubes Mitchell repasaba casi todos los géneros: de aventuras, de viajes, histórico, policiaco, humorístico, cyberpunk, apocalíptico creando para cada uno de ellos una pequeña y fulgurante joya.

             Relojes de hueso mejoraría bastante con algunas páginas menos. Aún así es un buen libro del que quiero resaltar su perfecta construcción de personajes, algo a lo que Mitchell ya nos tiene acostumbrados y es que este hombre posee una capacidad especial para ponerse en la piel de sus protagonistas. Sin embargo, a pesar de todo, no he podido evitar sentirme algo decepcionado tras terminarlo. Además de que las diferentes tramas que lo componen me han resultado menos imaginativas que en sus libros precedentes, para mí carecen de la frescura de la novedad. Por último quiero señalar que Mitchell ha escrito posteriormente otra novela titulada Slade  House que tiene relación con Relojes de hueso. Espero que pronto la traduzcan, no pienso perdérmela.

martes, 14 de junio de 2016

"Aurora" de Kim Stanley Robinson

Aurora de Kim Stanley Robinson             Algunos fragmentos de Aurora, con sus descripciones rigurosas, sugestivas y hermosas del cosmos me han evocado al Clarke de hace muchos años que ya casi había olvidado, al de Cita con Rama o al de 2010: odisea dos. Con Aurora Robinson parece haberse propuesto escribir la novela definitiva sobre naves generacionales, pero como veremos en esta reseña la historia sigue un derrotero bastante diferente al de otras novelas.
 
           La epopeya que narra Robinson está protagonizada por los descendientes de los voluntarios que ciento setenta años antes se embarcaron en una gran nave rumbo al sistema Tau Ceti. Allí les aguarda Aurora, una luna con muchas posibilidades de ser habitable. Ninguno de ellos escogió estar en la nave, fueron sus tatarabuelos los que decidieron por ellos y Robinson deja claro en la novela que fueron unos irresponsables y se muestra en contra de este tipo de proyectos que considera experimentos con escasas probabilidades de éxito. Este manifiesto pesimismo para el público que lee sus libros, fundamentalmente aficionados a la ciencia-ficción que sueñan con que el hombre pueda vivir algún día en otros planetas, resulta provocador, una bofetada en pleno rostro.
 
            Se esté de acuerdo o no con la tesis del autor, la novela logra que nos lo creamos. Y ahí radica el mérito del autor, en hacer verosímil el grandioso escenario en el que transcurre la historia. Robinson se toma su tiempo describiendo pormenorizadamente la nave, los dos anillos que la forman con sus diferentes biomas y los problemas que surgen derivados del aislamiento y del inevitable deterioro sufrido tras navegar durante más de un siglo por el espacio. Porque lo cierto es que ni los personajes que habitan en la nave son especialmente interesantes ni la escritura de Robinson, que tiene cierta tendencia a divagar, resulta destacable. En ocasiones el mismo autor parece que fuera víctima del algoritmo voraz del que tanto habla en su novela y quedara atrapado en un agujero negro de verbosidad del que no pudiera salir hasta vaciar su mente contándonos con pelos y señales lo que en ese momento le absorbe el seso. Robinson dedica varias páginas a explicar la construcción de una rampa necesaria para que los vehículos puedan continuar su ruta por la inexplorada Aurora. Con notorio afán didáctico nos aclara cómo cortan la roca, la forma que deben darle, cómo deben colocarla, el cambio de sierra..., se trata de varias párrafos que pueden saltarse sin ningún problema.
 
            Sin duda la gran protagonista de la novela es la nave y la inteligencia que la maneja. Ella es la que a instancias de Devi, otro personaje significativo, narra la mayor parte de la historia. Con su creciente verborrea, su particular sentido del humor, y su desvelo por todos los que viven en su interior acaba por convertirse en el personaje que mejor me cae del libro. Desde luego, mucho más simpática que la eternamente descontenta Devi, encargada de que en la nave todo funcione, o incluso que Freya, su esforzada hija, que intenta seguir sus pasos. Por desgracia la inteligencia artificial en ciertos momentos parece haber heredado la tendencia a divagar de Robinson y nos regala también algunos párrafos bastante tediosos sobre la consciencia y sobre la forma de enfocar el encargo de resumir su historia desde que partieron de la Tierra.
 
            A pesar de sus defectos y de su final excesivamente largo, Aurora es un gran libro que yo recomiendo sobre todo a los que les gustan las novelas sobre viajes en el espacio basados rigurosamente en la ciencia. La dilatada aventura de los viajeros, aunque su desenlace pueda parecer decepcionante, no deja de ser asombrosa y resultar fascinante. Lástima que no esté narrada con la garra que merecería. Lean y juzguen.